Wednesday, October 04, 2006

Competitividad endógena

Editorial
El Nacional

Los grandes esfuerzos que ha realizado el gobierno nacional para evitar a toda costa que el país sea económicamente competitivo están dando resultados. De acuerdo con el último Índice de Competitividad Global publicado por el Foro Económico Mundial, correspondiente al año 2006, Venezuela ocupa el puesto 84 entre 125 países y descendió 4 lugares en el ranking en relación con el mismo estudio realizado en 2005. Según los autores del informe la clasificación general de Venezuela "continúa deteriorándose a pesar del surgimiento de un superávit presupuestario". Estas noticias sombrías no nos toman por sorpresa.

Los redactores del estudio atribuyen nuestro pésimo desem peño a "la insuficiente calidad de las instituciones, especialmente para combatir la corrupción, los abusos de poder en la toma de decisiones y reducir la intervención del gobierno". Subrayan los analistas que "Venezuela figura en todas estas áreas entre los peor clasificados" y añaden, por si las dudas, que el país presenta índices de escolaridad mediocres o malos, y una tasa de mortalidad infantil de 16 por cada 1.000 nacidos, igual a la de Albania.

El informe se elabora mediante la combinación de datos públicos objetivos y los resultados de una encuesta entre 11.000 líderes empresariales de las 125 economías reseñadas. Sus resultados son similares a los de otro estudio, elaborado por la Corporación Financiera Internacional del Banco Mundial, que comentamos en estas mismas páginas hace veinte días. En esas líneas decíamos que Venezuela ocupa el lugar 164 entre 175 economías y es el país cuyas condiciones competitivas se han deteriorado más.

Aunque el enfoque y la metodología de ambas evaluaciones son diferentes, la conclusión es la misma: no obstante los altos ingresos petroleros recibidos en los últimos meses, las condiciones económicas del país siguen deteriorándose y se comparan muy desfavorablemente con las del resto del mundo. En el informe del Banco Mundial, Venezuela figura en el último peldaño en América Latina, y en el del Foro Económico Mundial entre los cinco últimos.

La competitividad, es decir, la capacidad para competir en los mercados internacionales, no es un objetivo fundamental para Miraflores. La consideran un concepto propio de los adoradores del libre mercado, frente al cual tienen prioridad otras finalidades bolivarianas como las limosnas disfrazadas de misiones o la indescifrable producción endógena. Mediante una mayor competitividad se podría vender más y mejor en los mercados internacionales. Pero, según el Gobierno, eso no es necesario pues los precios del petróleo están por las nubes y ello nos da un margen suficiente de divisas para importar lo que nos dé la gana.

En tales condiciones, el país no tendría necesidad de expor tar ni de ser competitivo, porque con la ayuda de los ingresos petroleros se satisfaría la demanda de todos los venezolanos, de los cubanos y hasta de los bolivianos. Dentro de tal esquema no tienen importancia ni la encuesta del Foro Económico Mundial ni las opiniones de los centenares de líderes empresariales consultados.

Lamentablemente para nuestro sector industrial, al disminuir la competitividad no se alcanza a satisfacer el mercado con productos nacionales, pero sí se abren las puertas a una mayor presencia de los productos importados. Hasta julio de este año, las importaciones alcanzaron la cifra de 15.519 millones de dólares (una tercera parte de ellas provenientes de Estados Unidos), de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadísticas.

Esto significa que las importaciones aumentaron 29% con respecto al año pasado, y 106% en relación con los mismos meses de 2004. De manera que la falta de competitividad no sólo no ha ayudado a vender en el exterior bienes venezolanos distintos del petróleo, sino que ha impedido colocarlos en el mercado nacional. Y eso que está vigente un rígido control de cambios.

Por desgracia, todo esto significa que las empresas venezola nas crecen menos y dan menos empleo de lo que pudieran, si se les apoyara realmente. De manera que no sólo tenemos una economía menos competitiva, sino que se hace más difícil promover un "desarrollo endógeno y solidario", sea eso lo que fuere.

El deterioro de la competitividad se ha podido disimular y no ha originado traumas mayores gracias a la abundancia de los ingresos petroleros. Pero, como se observa en los últimos meses, pudiera estar iniciándose una tendencia a la baja en los precios de los hidrocarburos. En ese momento, se acabará no sólo la "regaladera" sino la "importadera".