Saturday, October 07, 2006

Diplomacia cómica

Editorial
El Nacional

Mientras en Venezuela nuestra Cancillería pone la cómica y se anuncia que los embajadores en Chile y Uruguay van a nuevos destinos, que "entrarán de inmediato en funciones", pasan do por encima del consentimiento y aceptación previa de los gobiernos; en Brasil, en cambio, se espera la llegada hoy del presidente electo de México, Felipe Calderón.

Tal visita debería haber sido la antesala de una escala similar en Caracas, pero los ataques sistemáticos de nuestro mandatario contra Fox y Calderón han echado a pique las fructíferas relaciones entre las dos naciones, tradicionalmente amigas.

Felipe Calderón tiene pautada para hoy una reunión en Bra silia, en el Palacio de Planalto, con el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, y según trascendió, uno de los temas de la agenda será "el proceso de asociación de México al Mercosur".

En este momento, Brasil tiene en su poder la presidencia rotatoria del bloque sureño y está en capacidad de darle un impulso especial a esta iniciativa de los mexicanos por enlazar su economía con los países del sur, lo cual sería superlativamente beneficioso, desde todo punto de vista, para el resto de América Latina.

El presidente electo de México llega a Brasil luego de una exi tosa gira por siete países de este continente, y de haberse entrevistado con los presidentes Álvaro Uribe, de Colombia; Alan García, de Perú y Michelle Bachelet, de Chile, entre otros.

Los tres países anteriormente mencionados son miembros asociados de Mercosur y, además, integran junto a Ecuador y Bolivia la Comunidad Andina, de la cual Venezuela decidió separarse, de manera sorpresiva, por consejo de Fidel Castro.

Pronto veremos las consecuencias funestas y sucesivas en lo económico, de esta decisión inmadura y aislacionista por parte del presidente Chávez.

En todo caso, debemos recordar que México acaba de firmar un amplio acuerdo comercial con la Comunidad Andina, que prácticamente une en un gran bloque a los países latinoamericanos que tienen costas y puertos en el Pacífico, con lo cual obtienen una gran ventaja comparativa ante el desarrollo de los grandes mercados asiáticos en expansión.

Venezuela, en cambio, se ha quedado con el Caribe y los países del sur que no son precisamente grandes clientes para nosotros.

La integración bolivariana, al ser "teledirigida" desde La Habana, no toma en cuenta la expansión económica ni incentiva el crecimiento industrial o comercial, sino que hace énfasis en las alianzas geopolíticas orientadas a crear bloques internacionales de poder.

En tal sentido, lo esencial para estos jefes de Estado es incidir "mesiánicamente" en los hechos históricos y no en la bonanza de sus países, a los cuales sacrifican en función de los objetivos superiores de la patria o de la lucha contra el imperialismo.

En cambio, cuando la integración es conducida por verda deros presidentes que piensan en la expansión económica y en el bienestar social de sus ciudadanos, entonces nos encontramos con procesos integracionistas que trascienden los períodos de gobierno, e incluso a las mismas personalidades públicas que los propugnan, convirtiéndose en serias y consolidadas políticas de Estado.

Desde luego que esto no tiene nada que ver con lo que hace Venezuela en la actualidad, con esa diplomacia que marcha, cada día, a trancas y barrancas, sin rumbo fijo.

El lado opuesto de la historia es, como bien lo recordó la pre sidenta Michelle Bachelet, la constancia y el entendimiento entre las naciones latinoamericanas. La mandataria chilena le dijo al mexicano Felipe Calderón que su país había mantenido "una histórica relación bilateral con México" y agregó que cuando en 1991 se firmó el Tratado de Libre Comercio entre los dos países, nadie podía pensar que en el año 2005 el intercambio comercial llegaría a 2,3 millardos de dólares.

Pero Michelle Bachelet afirmó, además, algo extremada mente sustancial para el resto de los países latinoamericanos: "Hay una fuerte coincidencia política entre Chile y México en defensa del valor de la democracia, la economía abierta y la multilateralidad".

Esto es fundamental para nosotros los venezolanos cuando vemos que, cada día, los valores democráticos, indispensables para el progreso económico y el bienestar social de los pueblos se ponen en duda por quienes proclaman una nueva forma de integración, que expulsa a los países que insisten en seguir haciendo elecciones equilibradas y no manipuladas, en mantener relaciones con todo el mundo y no sólo con Cuba, y que incitan al odio contra otras naciones de este continente.