Friday, October 20, 2006

Péndulo

Péndulo
Rafael POLEO
Zeta


Matemáticamente, Rosales puede

El análisis de los números y las tendencias permite esperar un triunfo de Rosales con más de 40% de los votos y un a diferencia de 5% sobre Chávez. Pero el problema sigue siendo cobrar, aspecto en el cual Rosales debe -está obligado-, a instruir a su electorado sobre cómo va a defender los votos.

No se puede ignorar que Mendoza y Quiróz Corradi, viejos zorros, fueron engatusados por los malandros recién graduados del chavismo. Tampoco que el mecanismo de fraude se ha perfeccionado después del Revocatorio.

Ni que traficantes venidos de la Coordinadora se entreveran con zulianos en el comando opositor. Son hechos objetivos que Rosales no puede responder con expresiones vagas y genéricas.

Sí. Sí se puede. Claro que se puede. En algún momento entre el 15 de noviembre y el 3 de diciembre, la línea en suave descenso de Hugo Chávez y la línea ascendente de Rosales, deben cruzarse, para darle el triunfo al candidato de la Oposición. Con mi olfato de viejo reportero que no ha pelado ni uno solo de los resultados electorales desde 1958, percibo el triunfo de Rosales por una ventaja superior a los 5 puntos.

Pero ése no es el problema. El problema es que en algún momento después del 15 de agosto de 2004 -fecha del Referendo Revocatorio-, el Régimen perfeccionó su mecanismo de fraude, para asegurarse de que el resultado oficial le sea favorable no importa cómo hayan votado los venezolanos. Eso es así y todo el mundo lo sabe, comenzando por Manuel Rosales.

Especialmente lo saben los venezolanos más alertas, esa capa superior de la inteligencia y la responsabilidad que está apoyando a Rosales pero con el temor secreto de que se repita el fiasco del 15 de agosto de 2004, cuando a las ocho de la noche los representantes de la Oposición en la directiva del CNE, Ezequiel Zamora y Sobella Mejías, fueron físicamente expulsados de la sala donde se contaban los votos.

Allí se quedaron los representantes del Régimen y los técnicos previamente escogidos. En la madrugada anunciaron un resultado 60 a 40 favorable a que Chávez se quedara. Curiosamente, era, volteada, la proporción que horas antes se manejaba como favorable a la substitución del Presidente.

Nunca será excesivo recordar que Enrique Mendoza, jefe de la Oposición en aquel trance, y Alberto Quiróz Corradi, negociador por la Oposición ante el CNE, venían proclamando la imposibilidad de un fraude. Este fraude se produjo y todavía Mendoza no ha considerado necesario dar explicaciones.

Quiróz sí las ha dado. En Zeta de hace cuatro semanas contó que el CNE prometió modificar las condiciones ventajistas en las cuales se realizaría el conteo de votos. Luego, simplemente no cumplió. Y al carajo.

Superado el asombro por la ingenuidad de Mendoza y Quiróz, viejos zorros que confiaron en malandros convictos y confesos, hay que detenerse en una frase de Quiróz en la entrevista con Zeta: "Ahora el fraude es más fácil". Días después, el pasado 29 de septiembre, entrevistado por El Nuevo País, Quiróz explicó por qué considera que ahora el fraude es más fácil.

Para impedirlo, dice, habría que tener testigos idóneos en todas las mesas, abrir las cajas, contar los votos manualmente, retener las actas de cada mesa y tener la gente en la calle lista para armar la ucraniana cuando los fascistas tiren la operación que tienen montada.

Manuel Rosales ha dicho que está alerta, y quienes le respaldan recuerdan el hecho objetivo de que es un político avezado, que en su larga carrera superó muchos escollos de esta naturaleza. Sin ánimo de encaratar la situación, es obligatorio recordar que lo mismo podía decirse de los estafados en el Revocatorio.

Enrique Mendoza no era primerizo en materia de marramuncias electorales, y Quiróz venía de una exitosa vida en el negocio petrolero, el más sucio del mundo después de la trata de drogas, por encima de la trata de blancas, que llega de tercero.

En resumidas cuentas, que para la segunda quincena de noviembre, cuando se abra la tijera entre la línea descendente de Chávez y la ascendente de Rosales, los demócratas de este país, quienes no queremos vivir en el fascio-comunismo inventado por Fidel Castro y adoptado por esa colonia mental suya que manda en Venezuela, tenemos derecho a conocer las instrucciones de ese alto mando rosalero -donde entre zuliano y zuliano hay mucho traficante-, para el momento en que pase lo que todos sabemos que va a pasar. Es lo menos que puede pedir una tropa formada por ciudadanos conscientes de lo que nos jugamos y dispuestos a cumplir nuestra responsabilidad histórica.

Expresadas estas dudas razonables, veamos los números, dichos en redondo. Al terminar el año pasado, cuando aún la Oposición no tenía rostro, el 50% de los venezolanos decía apoyar a Chávez, mientras 20% se atrevía a adversarlo públicamente y un 30% eludía el tema. Cuando la Oposición encontró un rostro -el de Rosales-, comenzó a subir hacia el 30%, mientras Chávez sufría un descenso lento pero sostenido, colocándose por debajo del 50%.

Más que por el suave descenso de Chávez, Rosales subió por anexión de indecisos.

El punto es importante en las condiciones de enorme presión que un régimen fascista ejerce sobre la gente común. Esto es particularmente efectivo en un país de menesterosos que en mayor o menor medida, directa o indirectamente, dependen del Estado para su subsistencia.

La brutalidad fascista tiene amedrentado a ese tipo de ciudadano, a quien así no se le puede pedir que se confiese con un encuestador ni con nadie. Es razonable que al 50% corto que se expresa por el presidente hay que hacerle un descuento que puede ser hasta del 15%, pero en ningún caso menor del 5%.

Por la misma razón, al 30% de neutrales que había al comenzar este año lógicamente debió presumírsele una gran mayoría de opositores que no pudieron correr el riesgo de confesarse tales. Esta presunción lógica ya se ha comprobado. Para fines del Tercer Trimestre de este año, Rosales ha subido un 11% que corresponde al descenso de indecisos.

Para este momento, hoy, Chávez tiene menos de 50% y Rosales más del 30%. Hay un 20% de indecisos en los cuales Chávez tiene poca posibilidad de hacer una pesca importante, mientras Rosales deberá pescar más de la mitad (10%), dejando un 10% de indecisos reales que llegarán como tales al final, y poniéndose Rosales en un 40% mientras Chávez seguiría con su 50% corto.

Aquí surge un factor determinante: la blandura del chavismo. Apenas un 8% de los encuestados aparece dispuesto a batirse por Chávez hasta el final. (En el anti-chavismo, este sector duro, dispuesto a todo para sacar a Chávez, es nada menos que 15%).

En cambio, sube la columna de chavistas blandos. Las encuestas de marzo pasado indicaban apenas un 12% que votaría por Chávez pero estaban ya desanimados por la baja calidad de su Gobierno. Estos "chavistas blandos" han ido creciendo hasta ser hoy un 25% del total electoral. Quiere decir que uno de cada dos chavistas, la mitad de ellos, está vacilando en su adhesión al candidato.

Es técnicamente razonable esperar que un porcentaje de ellos se traslade al candidato opositor. ¿Cuántos? ¿Uno de cada cinco? Eso es 5% del total, que habría que sumarle a Rosales y restarle a Chávez. Eso es 10%. En esto de los blandos que se pasan el daño a Chávez es doble que en los indecisos que se deciden.

Estos cálculos, necesariamente precarios pero razonables en términos estadísticos, indican la posibilidad de un resultado final con 10% de abstención, más de 40% para Rosales y alrededor del 40% para Chávez. La diferencia, favorable a Rosales, puede ser superior al 5%.

Por supuesto, hay los imponderables que pueden provocar un deslizamiento de votos en una u otra dirección. Pero, ya en términos políticos, los eventos que pueden mover electores son todos desfavorables a Chávez.

Así la bomba atómica estallada por su amigo el presidente de Corea del Norte, el rechazo de la comunidad internacional en la ONU -agravado porque fue una sorpresa para Chávez, lo cual indica que no sabe bien dónde está parado, que lo engañan-, la cada vez más visible presencia de Fidel Castro en la política venezolana, la actitud cada vez más cautelosa de un indicador tan sensible a la dirección del viento político cual es el mundo militar... pare de contar.

Hay, pues, razones para un optimismo razonable en cuanto a los resultados, todas ellas estimulantes de un espíritu de lucha que el ciudadano opositor debe cultivar dentro de sí mismo y en su entorno. Después viene lo de cobrar. Es allí donde Rosales no ha sido tan claro como su electorado lo exige, lo cual es motivo de desánimo y pudiera serlo de una abstención que le birle la petite diference.