Sunday, October 15, 2006

Pruebas de amor

Opinión
Marta Colomina
El Universal

Quiere borrar su imagen de hombre violento a quienes disienten de su autoritarismo

Cuando los periodistas vimos el autopanegírico "Mensaje de amor para el pueblo de mi Venezuela" a través del cual Chávez jura que "por amor al árbol y al río se hizo pintor", acudimos a varios siquiatras para que nos explicasen los signos del trastorno bipolar que, vistas las drásticas transformaciones cosméticas del camaleónico personaje, habrían avanzado hacia un mal multipolar.

Aquel "yo amo a Vargas" dicho desde lo alto del camión militar que rodaba por el litoral convertido en el emblema de la corrupción, ineptitud y negligencia criminal de su gobierno (en Carmen de Uria llevan 7 años esperando un puente, mientras Chávez regaló uno a Uruguay) era el primer ensayo para abandonar el sketch belicista que utiliza cuando se siente todopoderoso y sustituirlo por este sketch folletinesco, el mismo que entre lágrimas y crucifijo en mano, exhibió el 13 de abril cuando pidió perdón a los venezolanos y anunció su propósito de enmienda.

Lágrimas no tan abundantes como las derramadas sobre las sotanas del fallecido cardenal Velasco y de monseñor Baltazar Porras, a quienes pocas horas después insultaba despiadadamente.

"Siempre todo lo he hecho por amor", dice el aviso que da inicio a esta campaña grotescamente sensiblera a través de la cual se pretende que los electores olvidemos las "pruebas de amor" de su gobierno: esas monstruosas cifras sobre inseguridad personal, pandemias, falta de vivienda, servicios públicos, desempleo, corrupción, pobreza, desnutrición infantil, niños de la calle y mortalidad materna.

Quiere también borrar su imagen de hombre violento y grosero, que ha declarado la guerra a quienes disienten de su autoritarismo y encarcelado a venezolanos inocentes.

Del análisis de su gobierno se concluye que todo lo hecho por Chávez ha sido por amor a sí mismo, no por amor al pueblo.

Los individuos con signos autoritarios padecen de un narcisismo enfermizo que exige el culto a la personalidad y con una permanente compulsión a mentir.

¿Cómo explicar la contradicción de que "por amor al saber, al estudio, me fui de mi pueblo querido, a estudiar", si ha repetido hasta la saciedad que en la Cuarta República los pobres no estudiaban porque la educación era pagada? ¿Acaso él no accedió a la Escuela Militar?

Estas personalidades sicopáticas pasan de la risa al llanto y del amor al odio con una velocidad de rayo, de ahí su habilidad para la simulación a través de la cual intentan convencer a los demás de que no volverán a cometer las mismas faltas.

Convencimiento que con el tiempo no logran, sobre todo si las personas a quienes pretenden persuadir han sido víctimas de sus dislocadas acciones.

La misión Cupido que Chávez ha pretendido reeditar esta semana no es otra cosa que la exacerbación de su cinismo, y no los signos de cambio alguno, golpeado como está por la avalancha humana que espontáneamente mueven las convocatorias de Rosales en todo el país y la mísera asistencia de franelas rojas que desganadamente son transportadas en autobuses oficiales para ver a un solitario candidato-presidente montado sobre el camión militar.

Sin obra de gobierno, ¿qué otra cosa puede hacer después de ocho años ahíto de petrodólares, que acudir a sus desgastadas dotes histriónicas si tan buenos resultados le dieron en el pasado, cuando le era fácil manipular las emociones colectivas?

Lo ocurrido en el Zulia con los wayúu el jueves 12 constituye la prueba de lo que para Hugo Chávez es el "amor" a su pueblo: una burla sangrienta que el ojo televisivo mostró en toda su crudeza.

Caras ancianas y arrugadas por el sol y la miseria de la Guajira escuchaban decir a Chávez que ser pobre era bueno, hermoso, que ser rico era perverso, malo.

Y se lo decía después de bajar de su cómodo avión e instalarse en lujoso hotel. Ni una sola palabra al acueducto prometido hace ocho años y nunca construido para una tierra muerta de sed. Así ama Chávez a los indígenas.

Las pruebas de "amor" de este régimen tiránico y mentiroso no cabrían en mil artículos: van desde los crímenes de sus huestes civiles armadas, hasta las masacres de sus militares en La Paragua y el Caura, contra mineros e indígenas; desde la miseria de los millones de pobres, hasta la riqueza mal habida de los falsos revolucionarios.

Demasiado tarde para vestirse de azul y simular amor. Chávez seguirá siendo rojo, ególatra y violento.

Se le gastó el sketch como al otrora popular Joselo. Y es que tanto va el cántaro a la fuente, que al fin se rompe.