Wednesday, September 20, 2006

Apología del delito

Editorial
Tal Cual


El señor Rangel, a comienzos del gobierno, cuando todavía le quedaba algo de su viejo yo, solía enmendarle la plana a su superior inmediato, edulcorando algunas de las peores barrabasadas de este.

Hasta que Yo El Supremo lo paró en seco, diciéndole que él no necesitaba traductor. Desde allí en adelante el señor Rangel cesó en sus funciones de traductor y corrector y asumió la de intérprete de los dichos y chascarrillos de su jefe, pero sin contradecirlo ni en una coma.

Mucho le ha costado cuidar ese puesto para arriesgarlo por una palabreja de más.

Ayer nos dejó perfectamente claro lo que el candidato continuista quiso decir cuando se refirió a las visitas de Rosales a los barrios populares.

Dice el señor Rangel que Manuel Rosales puede visitar zonas populares y que el Presidente “lo que ha hecho es reflejar la opinión de sectores populares que consideran que es una provocación la presencia de Rosales en esas zonas”.

Quien no entendió a Yo El Supremo, ahora lo sabe. Si Rosales insiste en caminar por los barrios populares, que se atenga a las consecuencias porque su mera presencia es una provocación.

La más alta autoridad de la República y su principal gonfalonero consideran que las actividades electorales, protegidas por la ley, perfectamente corrientes en cualquier país, constituyen aquí, en Venezuela, operaciones que el candidato Rosales asume “a su riesgo”.

Ni el candidato continuista ni su principal alabardero se pasean por la circunstancia de que es deber del gobierno garantizar la seguridad del pueblo y de los candidatos en los actos electorales. Allá Rosales si insiste en provocar al pueblo.

Que el zuliano corra con las consecuencias de sus actos. ¿Quién lo manda a provocar?

Esto es una clara apología del delito y una incitación a cometerlo.

¿Cómo pueden leer estas declaraciones los atorrantes que han atacado o planean atacar a Manuel Rosales? Como una exculpación por anticipado. Los matones tienen carta blanca porque tanto el Presidente como su principal monosabio les han dicho que de cualquier cosa que ocurra la culpa será de Rosales por atreverse a violar los sagrados espacios que el chavismo considera propiedad particular.

Cosa extraña, sin embargo, porque mientras Rosales, a quien no amedrentan y sigue en su peregrinar por esas zonas, cada vez con más gente atrás, Yo El Supremo, y mucho menos su vice “presidente”, no sólo no van ni de vaina a un estadio de béisbol sino que ahora tampoco se atreven a meterse en los barrios.

No sólo porque los anillos de seguridad impedirían todo contacto personal con la gente sino por el temor a que se repitan las escenas de reclamo popular que ahora acompañan al continuista donde quiera que se asoma.

En el barrio “José Félix Ribas” tuvieron que suspender un Aló cuando se enteraron que las señoras del sector preparaban pancartas con reclamos para recibir al charlista dominical.

Cuando mudaron el acto de la plaza de toros de Maracaibo para la sala de convenciones de un hotel (sabían que no iban a plenar la primera pero tampoco llenaron la segunda), no pudieron impedir que en medio del discurso dos señoras humildes se levantaran para recordarle sus promesas incumplidas.

El señor Rangel dice que Rosales tiene “plomo en el ala”. Parece, más bien, que quien lo tiene es el otro.