Monday, September 18, 2006

Los dos ligaditos

Editorial
Tal cual


El sábado, en Cúa, fue atacada, por tercera vez, una actividad electoral de Manuel Rosales. Desde temprano, se habían concentrado varias decenas de sujetos en la vía que habría de seguir el candidato. Era guerra avisada, pues, y, sin embargo, ninguna autoridad hizo nada para impedir lo que luego tuvo lugar.

Días antes, tres jóvenes vecinos de Santa Cecilia, urbanización donde se encuentra ubicada La Casona, fueron brutalmente agredidos, a rolazos, por soldados de la custodia porque según y que a esa hora, una de la mañana, no se puede caminar por ese sitio. De nada valieron los argumentos de que ellos habitan por allí y que iban a sus casas.

La cosa terminó con uno de los chamos seriamente lesionado.

Una semana antes, el país entero pudo ser testigo del discurso procaz y agresivo, fuera de todo contexto, del alcalde metropolitano a propósito de la presencia en el acto del Teresa Carreño de los alcaldes de Chacao y Baruta.

Decimos “a propósito” porque fuentes del chavismo nos hicieron conocer que aquella filípica bestial no era en realidad contra los dos alcaldes sino, que por mampuesto, Barreto disparaba contra Diosdado Cabello y su grupo.

Lo de “fascismo puro, stalinismo puro”, era una referencia a los cognomentos que utilizan los dos sectores de la “revolución” para denominarse a sí mismos. Pero ya haya sido contra los alcaldes o contra sus rivales internos, el lenguaje utilizado, malandroso y balurdo, es la negación absoluta de toda forma de debate político civilizado. Se puede imaginar cómo irá a ser el debate por la Constitución del “partido único de la revolución”.

¿Son hechos aislados, sin conexión entre sí? De ninguna manera. Todo esa violencia verbal y física corresponde a un encanallamiento de la vida política propiciada por el propio presidente de la República.

Durante estos casi ocho años hemos podido ser testigos de la máquina de vomitar injurias que es el presidente. Pero, el verbo tiene consecuencias; no en balde lo asienta la Biblia:

“En el principio fue el verbo”. Ese discurso chocarrero, chabacano, agresivo, opera como línea política y de acción, inspira la conducta de ciertos sectores de la organización chavista y también la de algunos de sus dirigentes, que compiten por agradar a Yo El Supremo en la imitación de su estilo.

El presidente batió sus propios records de vulgaridad y desprecio por sus conciudadanos que no piensan como él, en su reciente comparecencia en La Hojilla.

El “chiste” del “rojo” (que rima con “cojo” ) y el de la “piragua” ( “lo mismo pero debajo del agua” ), que es lo que, según él, le harán a la oposición, son el resumen de toda una concepción de gobierno.

No sólo no hay respeto por los seres humanos sino que tampoco lo hay por la oposición como categoría política. La violencia implícita en ese lenguaje (que más de una pelea a puños ocasionaba en nuestros días escolares), es la que mueve a los agresores de Manuel Rosales, a los soldados de La Casona, al doctor Juan Barreto. Por cierto, Barreto, fue pasado al tribunal disciplinario del MVR.

A Chávez nadie, desde luego, se atreve a reclamarle sus sucias palabras. Chávez es como James Bond: tiene licencia para matar. Al menos verbalmente.