Monday, September 18, 2006

Risitas

Al Tanto
María Isabel Párraga B
El Universal


En días pasados me contaron lo que sucedió en una bodeguita de Petare, abarrotada de gente, en un mediodía cualquiera. Un personaje "sabroso", de esos que se prodigan como la alegría de nuestro pueblo, abundante en carnes, en sabiduría y en afecto, entró cantando una gaita.

Ante la sorpresa de los presentes ante ese adelanto de las hallacas les dijo: "Mi navidad es azul y ya comenzó. ¿Y la de ustedes?", les preguntó. Lo más sorprendente fue lo que sucedió a continuación. Una a una empezaron a responder, "la mía también". "Y la mía". "Azul". "Sí, azulita, pues". Pero lo más llamativo, me dice quien me echó la historia, era la risita cómplice y de "me llegó la hora" de todos. Ese "ja, ja" silencioso del que ríe de último, por lo debajito y aguantado durante muuucho tiempo.

Muchos pueden pensar que es una historia aislada. Descolgada de la realidad. Pero quien me relató el cuento conoce esa zona como la palma de su mano y afirma que siempre ha sido el reflejo exacto de lo que se piensa en el país. De hecho, me dijo estar más que seguro de que Manuel Rosales está latiendo en la cueva a quien hasta hace tres semanas lucía cómodo e invencible.

El personaje silba duro en el plano internacional, para tratar de alejar los espantos y el frío en el estómago que le da el pensar que el asunto pueda estar mucho más reñido de lo que siempre creyó. Y es que "se está volteando el santo". Las manifestaciones de masa han sido empujadas y con más huecos que un queso Palmizulia. Piensa que "haciéndose el sobrado" y continuando con su agenda internacional nadie se dará cuenta de esa "risita socarrona" que comienza a esbozarse en rostros que hasta hace media hora tenían franela roja porque no les quedaba otra.

Esta semana llega el mandatario iraní y de allí a la ONU, así como para que quede bien claro que el asunto es escandalizar. Los dos ligaditos contra el Imperio. Pero aquí, la madre que perdió el hijo esta semana en una balacera. Una de tantas madres de otro de tantos hijos se preguntará. Y el muchacho que espera que el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales le suministre la dosis que le toca de la quimioterapia y como respuesta sólo obtiene el "no hay", así como los otros enfermos crónicos cuya suerte está en puntos suspensivos hasta que la burocracia inútil se digne, también se preguntarán. Y los que día a día hacen colas en Conavi aguardando la vivienda prometida, igualmente se preguntarán. Y los que ve ganando lo mismo, cada vez compran menos porque eso de la inflación va mucho más allá de la subida del precio de los tomates y las cebollas, como dijo el ministro de Finanzas, exactamente se preguntarán. Y todos y cada uno, con nuestros pequeños y grandes dramas en un país que está hecho pedazos nos preguntaremos, cómo con tantos recursos, con el dineral astronómico que ha entrado, con el liderazgo que alguna vez tuvo, no se dignó a cambiar para mejor y definitivamente la Historia de un país convertido actualmente en la Corte de los Milagros, de la que hablara Víctor Hugo (autor del que tanto gusta el personaje), en la que se pasean (eso sí) carros lujosos comprados con dinero de todos.

El tiempo ha pasado, ocho años y ni respuestas ni derecho. Unos tienen susto, porque ya no pueden, como Proust, buscar el tiempo perdido. Otros comienzan a reír calladitos y cómplices, ¿adelantando la Navidad?