Friday, September 01, 2006

Choque chavista

En privado
Ibéyise Pacheco
El Nacional

Es razonable sospechar que lo de Juan Barreto nada tuvo de espontáneo. Si bien la procacidad y la torpeza de haber calificado la clase media de putrefacta y embrutecida, fueron producto del toque personal (y equivocado) del alcalde mayor, también es cierto que el discurso de Barreto es coherente con la línea comunista que un sector de este régimen pretende imponer.

Barreto, Acosta Carlez, Florencio Porras y Ronald Blanco La Cruz representan un grupo claramente definido dentro del oficialismo como extremista y cuyo objetivo es consolidarse, sin necesariamente ganar las elecciones. Para estos personajes, la derrota de Chávez los podría afianzar como una referencia política a futuro.

Frente a ellos, la alianza Diosdado Cabello­José Vicente Rangel se ha consolidado. Ellos, junto con Nicolás Maduro y Willian Lara, tienen el control del poder militar y de un sector económico importante.

Tienen aliados en gobernaciones, alcaldías, en los poderes Moral, Judicial y Electoral. Ocupan importantes cargos en el Poder Ejecutivo. Es la burguesía chavista. Esta alianza (nueva, porque hasta hace muy poco se odiaban a muerte) le ha cerrado espacio a los radicales, quienes al verse desplazados habrían armado un plan.

Para ejecutarlo, aprovecharon la ausencia de Chávez. Así, con el decreto de expropiación de los campos de golf, Barreto trata de encallejonar a sus enemigos internos, al tiempo que procura congraciarse con Chávez con el discurso radical del comunismo.

Su equivocación fue la puesta en escena fascista. Su delirio lo llevó a insultar a la clase media y a mostrar el peor rostro del chavismo.

Ante eso, la alianza Cabello­Rangel encontró la oportunidad de enfrentar a Barreto. El alcalde mayor puede ser la primera víctima de esa alianza.

Su argumento parece implacable: la gracia de Barreto, según sus cálculos, le costó a Chávez entre 800.000 y 1 millón de votos.

Así, Manuel Rosales se convierte en una verdadera amenaza. Esos números y la tendencia muestran que Rosales puede ganar. Rosales se les convirtió en una pesadilla.

Efectos

Cuentan los chavistas que las palabras de Barreto causaron pánico en el mundo empresarial ­que se viene retratando cómodo con este Gobierno­ y entre los militares, que se calan sin protesta a los cubanos, siempre y cuando nunca les pongan en peligro su buena vida capitalista.

Ellos son los que conviven sin problemas con la alianza Cabello­Rangel.

El temor de esos oficialistas es que el decreto de los campos de golf le pise el acelerador a la ejecución del proyecto comunista de Chávez.

El anuncio revivió los fantasmas que vienen amenazando con que este régimen puede pasar de las palabras a los hechos, igual que sucedió con el método Chaaz.

El decreto sorprendió a muchos que se preguntan si Chávez tendrá algo que ver en el asunto. Quienes así piensan aseguran que basta una palabra de Chávez para detener a Barreto, y ésta no se produjo.

"Además, Barreto no puede ni con él mismo; se la pasa sintiendo el serrucho de Jorge García Carneiro, Jesse Chacón, Nicolás Maduro, Darío Vivas y Freddy Bernal (todos quieren su cargo)".

Entretanto, es inocultable la incertidumbre de los chavistas. Es como si se hubieran quedado sin línea que seguir. Ni siquiera ocultan su guerra. Las dimensiones de la disputa interna llevaron a Diosdado Cabello a tomar un avión para Siria.

¿Por qué no discutir la situación por teléfono? Es un poco exótico tantos kilómetros de vuelo para tan sólo ratificar un cuento. Diosdado fue a asegurarse de que Chávez recibiera la versión correcta.

Y aun cuando para muchos la respuesta de Rangel a Barreto parece a un informe de Fedecámaras, la presión del vicepresidente y Cabello es inmensa; y sus argumentos contra Barreto, devastadores.

Barreto desató los demonios de la pelea interna chavista. Rangel propone la salida del alcalde mayor a través del revocatorio, otros insisten en que deben pedirle la renuncia de una vez.

Con esa escenita se va a encontrar Chávez a su regreso. Este último viaje puede resultarle caro. Si son sinceros, Cabello y Rangel tendrán que mostrarle su descenso en las encuestas. Será la oportunidad de culpar a Barreto.

Chávez, que tanto gusta de estimular los enfrentamientos internos, tendrá que tomar una decisión.

Claro que el chisme Barreto, en un sentido, puede haberlo favorecido, en tanto que logró que su regreso levantara expectativa, en momentos en que su viaje y su campaña, sus seguidores los han tomado con absoluta indiferencia.

Entonces, Chávez deberá tratar con cuidado el tema. Seguramente intentará suavizar ante la clase media el impacto del espectáculo Barreto.

Será difícil seducir a ese sentimiento, a ese concepto cultural que es la clase media.

En relación con el decreto y sus consecuencias, el chavismo tiene razones para sentirse confundido. La humillación a sectores privilegiados conlleva un gran atractivo popular. Ese fue el cálculo de Barreto.

La promesa de viviendas en terrenos de lujo genera simpatías y estimula el resentimiento sobre el cual se ha sostenido este régimen. Lo que pasa es que como además de corrupto, este Gobierno es ineficiente, muchos no creen que esa oferta llegue a feliz término. Si no, recuerden La Carlota.

Sin embargo, la reacción de un sector oficialista contra Barreto estaría enviando un mensaje cruzado a los chavistas. ¿Es bueno o es malo expropiarles las canchas de golf a los ricos? Y la pregunta: ¿apoyará Chávez a Barreto, desautorizando a Cabello y a Rangel?

En todo caso, parece difícil que Chávez, después de pegar cuatro gritos en Siria contra el imperialismo, llegue atacando una decisión que retrata su sueño de socialismo del siglo XXI. Aunque se ven cosas.

Para seguir en el campo de la especulación, puede que le dé su jalón de orejas a Barreto.

Pero el alcalde mayor está apostando a que el espíritu de la revolución tiene más en común con el atropello a la propiedad privada, que con el discurso legalista del texto de Rangel. Chávez, en su doble discurso capitalista­socialista, puede haber caído en su propia trampa.

La crisis en el oficialismo evidencia que este Gobierno está montado sobre plastilina. A pocas semanas del lanzamiento de Manuel Rosales, los chavistas no hacen más que dar bandazos. Muchos susurran la posibilidad de la derrota, cuestión que parecía imposible hace un par de meses.

Ya vienen sintiendo el descontento en los sectores populares. En esta campaña, Chávez no podrá ir a los barrios. Su paranoia y el reclamo de quienes menos tienen impedirán que repita el contacto cuerpo a cuerpo que con éxito lo llevó a la Presidencia.

En cambio, Rosales lo está haciendo todos los días. Está cumpliendo lo que prometió: llenarse los zapatos de barro y volver a hacer política.

Ya veremos cómo reaccionará Chávez frente a tanto problema. La cosecha de odios la está recogiendo entre sus propias filas. Y eso le puede costar muchos votos.